sábado, 13 de agosto de 2011

LOMA DEL TESORO -Historia en el Poblado-

pag. 3



PROLOGO DE JAIME MONTOYA MONTOYA PARA EL LIBRO HISTORIA DE MI BARRIO –LOMAS DEL TESORO- ESCRITO POR MARTINIANO “MARTIN” MONTOYA BENJUMEA

Mi tío MARTINIANO MONTOYA BENJUMEA, fue el hijo menor en el hogar de Sérbulo María Victoriano Montoya Garcés, y María Josefa Benjumea Arcila. Nació en Rionegro el 10 de agosto de 1921.

El 17 de diciembre de 2010, mi tío Martiniano al pasar de la Iglesia del Poblado hacia el parque, fue atropellado por un carro que lo dejó con muchas fracturas en todo el cuerpo. Estuvo en coma en la clínica Las Vegas, hasta el 12 de enero de 2011 cuando falleció, Murió de 89 años y cinco meses de edad.

Su esposa Sofía Molina, sus hijos, nietos y toda su familia fueron su mayor aprecio; Siempre se mantenía en contacto con todos los familiares. Fue un. hombre muy apegado a la familia, con mucha frecuencia nos llamaba para saber como estábamos.

Fue un excelente poeta, desde muy joven comenzó a escribir poemas; escribió más de 200, varios de estos fueron premiados en revistas Literarias de: Argentina, Uruguay, Casta Rica y España.

Aparte de poeta también fue un buen historiador, en su libro: HISTORIA DE MI BARRIO -LOMA DEL TESORO EN EL POBLADO-, nos demuestra la facilidad para contarlas .

Para complementar esta bella historia que mi tío Martiniano escribió, su sobrino Jaime Montoya Montoya, quien también vivió en la loma del Tesoro en la década del cuarenta, pues por más de siete años recorrí esa carretera desde La Palmera, hasta el Parque del Poblado. Aunque mi tío Martín anotó a muchos de estos habitantes, yo quiero complementar a todos esos habitantes, fincas y sitios que yo conocí en la década de cuarenta para recordarlos con aprecio.

Bien, la carretera hacia el Tesoro comenzaba en el parque del Poblado, por la calle 10 o “DOS DE MARZO" como se llama, subiendo hacia el oriente hasta la portada para entrar a la finca San Luis. En ese lugar volteaba hacia el sur como unas tres o cuatro cuadras, más bien planas y con unas pequeñas curvas hasta la portada para entrar a la finca “Campo Amalia”.

En ese sitio de nuevo volteaba hacia el oriente hasta un poco más adelante de la portada de tapia. De ahí de nuevo volteaba hacia el sur como unos 500 metros, más bien planos hasta la entrada a la loma de la Aguacatala.

En ese lugar de nuevo se enderezaba al oriente hasta la casa que fue del Maestro Eulogio Castrillón, en donde prácticamente terminaba la carretera.

Con estos planos dibujados, y así como yo conocí esa carretera, quiero enumerar las fincas, habitantes y sitios que existieron en la década del cuarenta.

Dibujos de la página 1:

1- IGLESIA SAN JOSÉ.

2- TIENDA DE DON VIDAL SALDARRIAGA. Era una tienda de abarrotes

3. ESCUELA "HERRERA CAMPUZANO" quedaba en toda la esquina del parque.

4- IGLESIA Y CONVENTO DE LAS CARMELITAS. Quedaba a dos cuadras del

parque.

5- Esa” bajaita” por la carretera a Envigado, era lo que llamábamos "Patio Bonito

6- LA FLORIDA, casa finca de don Ramón H. Londoño. Era una casa grande de

corredor.

7 - PROVENZA, casa finca de la Madre del Dr. José Gutiérrez Gómez. Al pie de la. calle había una tapia, seguía un pomar bastante espeso, y al fondo la casa. También era una casa grande, con corredor.

8 – VISCAYA , finca de don Germán Echavarría. Tenia establo en donde tenían ganado de raza. Esta finca la manejaba una familia de apellido Chaverra.

9- "LA CACHUCHA", era una tienda y como dos casas que había al lado de arriba. La tienda era de don Ramón Alvarez, su esposa doña María, y sus hijos:

Antonio quien tenia vacas en esas mangas, las ordeñaba al pie de la tienda, y como cuatro hijas que siempre las veía sentadas en el corredor.

10 - Esta fue la verdadera finca "LA CACHUCHA", era una casa muy grande, de corredor, y pintada de anaranjado. Era de don José Pérez, su esposa doña Evangelina y dos hijos que tenían.

Esa curva entre la tienda la Cachucha, y esta casa, era bastante oscura pues había un puente de adobes por donde pasaba la quebrada. la "Presidenta”, y a lado y lado de la carretera habían muchos árboles de Pomo.

11 - LA CONCHA", esta finca quedaba hacia la loma de “los Loaisas” por donde queda. el Hotel Intercontinental.

12- "SAN IGNACIO", esta casa finca fue construida en el año 1942.

13 - Era una portada de tapia con techo de lata. Servía para aguárdesenos cuando llovía. En esa portada quedaba el primer kilómetro desde el parque del Poblado.

14 - Esta finca antes se llamó "PADUA", después se llamó !EL VERGEL. También era una casa grande y de corredor

15- FONTANAR, era una casa más bien moderna. Esta casa finca era de una familia Mejía. Esta familia en los meses de diciembre elevaban muchos globos, muy grandes y de muchas formas.

16- Esta quebrada me parece se llama: Escopetería, bajaba desde la Palmera, en la carretera a la Palmas, recogía las aguas de todos las quebradas del lado izquierdo de la carretera. Esta quebrada entre la portada de lata, y la loma de Parra, era muy profundo y oscura. Pues a lado y lado habla muchos árboles de Pino. y Pomos.

Siguen dibujos de la página 1:

17- MONSERRATE, los dueños me parece era bogotanos.

18- LAS ACACIAS, finca de don Antonio Narváez su señora y un hijo que tenían. En la curva de abajo de esta casa, había unos árboles de mandarino de los cuales los muchachos de esa época cogíamos unas agradables y dulces mandarina. (Nos las robábamos)

19- Casa finca de don Justo Saldarriaga, también era una casa muy grande de corredor y pintada de azul. Este señor en esas mangas tenía muchas vacas de leche.

20- VILLA MARÍA, también era una casa grande con corredor. En el año 1942 vivía una familia de apellido López

21- SORRENTO, fue una de las mansiones más bellas y elegantes de esa época. Era de don José y don Jesús Ramírez Johns.

22- LUCERNA, esta casa finca tenia forma de un castillo, pues desde lejos se veía una torre roja. Esa finca la manejaba una familia de apellido Yepes

23- ESCOCIA, finca de don Antonio Gaviria. Esta finca la manejaba don Lisandro Echeverri y familia.

24- LAS CASITAS DEL MORRO, eran como tres o cuatro casas en un morro bastante empinado. Eran de la familia Londoño y don Claudino Restrepo. Las señoras lavaban ropas y después las extendían en la manga, que era una falda.

Unos 50 metros más adelante de Villa María, comenzaba el camino a "Moná". Moná era una finca que quedaba y queda en las estribaciones del Cerro el Barcino. Una persona para subir de la carretera a Maná, se demoraba casi dos horas.

Dibujos de la página 1:

25- Esta fue la casa de doña Eloísa, quien hacia tabacos para vender. Yo le compraba los tabacos “Calilla” para mi Abuelo Sérbulo.

26- SAN LUIS, .finca de mister Canny y su señora doña Carola Johnson y su hijo Bayron Canny.

En toda la portada de San Luis, quedaba el segundo kilómetros desde el parque del Poblado.

Entre esta portada y la de Campo Amalia habían unas tres o cuatro cuadras planas y con unas pequeñas curvas. Entre estas dos portadas la carretera iba hacia el sur.

27- SAN FRANCISCO, finca de don Joaquín Ángel Santamaría.

28- Estas fueron las últimas casas de la loma de Parra. Una de estas era la escuela; la Directora por allá en el año 1947 era la señorita Belarmina Mazo

29- Unos metros más arriba de la finca "La Cachucha", quedaba el camino el Chocho o “Chupadero", por el cual los habitantes de la loma de Parra se movilizaban hacia el Poblado.

Siguen los dibujos de la página 2:

En la portada de Campo Amalia, la carretera de nuevo volteaba al oriente, hasta un poco más adelante de la portada de tapia. Alla volvia a voltear hacia el sur, hasta a la entrada a la loma. de la Aguacatala.

Entre la portada a Campo Amalia, y la loma de la Aguacatala era muy plana, muy descansada para caminarla. Pero entre la tienda la "Cachucha y la portada de "San Luis", si era subiendo verracamente, pues nos sacaba el jugo cuando uno subía a las doce del día.

27- SAN FRANCISCO, finca de don Joaquín Ángel Santamaría.

28- Portada para entrar a Campo Amalia.

29- Entre esta portada y la loma de Parra, era un camino muy pendiente pues pasaba la quebrada la "Sucia" que era bastante profunda. Por profunda la llamaban “EL CHAMBÚN”. Ese puente lo construyó m tío Martin en el ano 1945.

30- "CAMPO AMALIA", fue la finca más grande que hubo en la loma del Tesoro en el siglo pasado. Era de don Alberto Ángel Restrepo, y doña Amalia Santamaría. Era una casa muy grande, tenia más de seis piezas muy grandes, un corredor como de diez metros de largo, piscina, pesebrera, muchos jardines, y árboles de madroño, naranjos, limones y guayabos.

31 COCONUCO, finca de don Alberto Ángel Santamaría, y doña Clara Olano.

32- Casa de Primo Torres, su señora y cuatro hijos que yo conocí: Un hombre y tres mujeres, a dos de estas les decíamos Mabe y la Negra. Esta familia era la que más gelatinas hacían, pues tenían un .puesto en la plaza de mercado.

33- "LUCILANDIA", pequeña finquita de don Juan Verswyvel, su señora doña Merceditas Fernández y su hija Lucy.

En la construcción de la casa estuvo al cuidado mi tío Martiniano. Esa finca la manejó Luis Eduardo Arcila Montoya (Tunche)

34- Esta finca antes se llamó "MARIANELA", era de don Alonso Ángel Santamaría. Después se llamó "LOYOLA", era de don Santiago Aristizabal.

35 - ELLENVILLE, también fue una de las mansiones grandes y bonitas de esa época. Era de don Luciano Restrepo Jaramillo, quien falleció en los Estados Unidos en el año 1943, su señora Ellen (era americana) y sus dos hijas: Merielen y Luhan Restrepo.

Tenía muchos jardines, cuatro garajes, y seis pesebreras pues tenían muchos caballos finos. También perreras, pues tenia más perros que el verraco. Al frente de la casa era una manga muy pendiente la cual mantenían muy motilada. En esa manga había más de cien árboles de manzano, y una piscina muy grande. Don Luciano y la familia muchas veces invitaron al Presidente Alfonso López Pumarejo, eran fiestas por lo alto.

Esta finca la manejaba Eduardo Londoño (el Míster)

36 - Esta era la otra portada: Era de tapia, tejas y una puerta de madera cuadrada (parecía una casita) era el refugio para los caminantes cuando llovía. Al lado izquierdo de esa portada había un pinar bastante espeso.

37- LOS ÁNGELES, finca de don Bernardo Mesa,

Las líneas punteadas entre Campo Amalia, Coconuco y la portada, es en donde hoy en día queda el Centro Comercial el TESORO.

38 - Finca de don Juan Mesa, Padre de don Bernardo.

39 – LOS MORROS, era dos casas que quedaban en un morrito; En una vivía don Luis Tirado y familia, y en la otra su hermana doña Isabel y su hija Leonor,

40 – LA MESA, finca de don Enrique Villa Restrepo y su señora doña Amparo Gaviria e hijos: Amparo, Sofía, Cecilia, .Alejandro, Juan y Alfonso Villa Gaviria. Esa finca la manejaba don Juan Cadavid, su señora Isabel Monsalve y como seis hijas.

41- LA PALMERA, Antonio Montoya. Allá vivimos desde el 19 de septiembre de 1941, hasta el 20 de febrero de 1949.

Tenía unas 15 o 20 cuadras, con muy buenas aguas, las cuales nacían en un monte bastante espeso al pie de la carretera a las palmas.

La casa tiene seis piezas de cinco por cinco metros, un corredor de 16 metros en escuadra, al final del corredor tiene dos piezas largas, adentro otro corredor y un patio empedrado con piedras pequeñas, muy parejo. En ese patio había nueve matas de azaleas de todos los colores; y un palo de "Camelia"

Cocina muy grande, con fogón de reverbero, y un baño muy hondo con escalas

De la carretera al "Tesoro" a la casa había unos 400 metros; Eran unos rieles de cemento y empedrado a lado y lado y en el centro. En la entrada había unos tubos para que el ganado no pasara, en las dos últimas curvas también había tubos. La carretera no llegaba hasta la casa había que subir por la manga.

En toda la entrada quedaba el tercer kilometro desde el parque del Poblado. Cuando estaba en la escuela, muchas veces me tocó subir almorzar a la casa, así que tenía que caminar casi 16 kilómetros; Yo era verraquito.

Primeras casitas, eran ocho casas en un plan, todavía están ahí.

42- Esta fue la casa de don Manuel S. Torres, su señora y tres hijos que yo conocí, y ellos fueron:

"Joroba", así le decían, era el que reventaba hasta cinco piedras a la vez. Parecía un miquito brincando cuando prendía las mechas, y gritando fuego, fuego.

"Sepa", me parece se llamaba Manuel?, fue un experto constructor de trinchos vallados de piedra; y la hermana Carola Torres quien trabajaba en las casas de los ricos.

Cuándo uno le decía a don Manuel S. -Como está don Manuel, Ese? él respondía: "No mijo ello no es que se le parece".

43- Casa de Cruz Ossa, su señora Carmen Jaramillo, y sus hijos: (es bueno recordarlos) y ellos fueron:

Juan, Cándida, Inés, Bernardo, Luis Eduardo, Alicia, Sofía, Luis Carlos y Gabriel Ossa Jaramillo. Los hombres fueron unos expertos oficiales de la construcción, Cándida trabajaba en las casas de los ricos; Inés, Alicia, Sofía y Dolly hija de Alicia lavaban ropas en esa quebrada al pie de la casa.

Dos hermanos de Cruz, fueron Emilio, y Lisandro Ossa, a este le decíamos Patalán, por largo.

44- Casa de Martín Ochoa.

45- Casa de doña María Correa, Madre de los Ochoa.

46- Casa de doña Lola Correa, hermana de doña María.

47- Casa de doña Faustina Jaramillo, y sus hijos: Ramón negro y Lía.

48- Casa de Custodio, y "Manolo". Manolo fue uno de esos agradables serenateros, y constructor de guitarras. En los meses de diciembre siempre nos llevaba serenatas allá a la Palmera, por allá entre las once y doce de la noche.

A Manolo fue el primero que le escuché esa agradable canción, "El Aguardientero"

49- Casa de doña Rosa Jaramillo, y su hermano Urbano. Doña Rosa, Urbano, Carmen, y "Maruchita" eran hermanos.

50- SANTA TERESA, finca del Dr. Echeverri.

51- Aquí quedaba la casa de mi tío Jacinto Montoya.

Y aquí siguen los dibujos de la página 3:

51- Casa de mi tio Jacinto Montoya

52- "SAN ANTONIO", finca de don Manuel Johnson y doña Maruja Peláez.

Entre la carretera y la quebrada "La volcana”, era un plan bastante grande, pues habían 14 casas, y dos fincas bastante grandes: El Cortijo, y Asís.

53- Aquí en este lugar conocí la casa de don Francisco Restrepo, su señora doña Isabel Madrid, y sus hijos: (Haber si me acuerdo?) Luis, Jaime, Pepa, Graciela, Francisco Luis (Colis) Anita y Nando, de los otros no me acuerdo

54- En esta curva quedaba la casa de uno de los hermanos Gaviria, a quien le decian "Cuchillo", este señor falleció en el año 1943.

55- Estas tres casas eran de don Pablo Emilio Gaviria y familia. El y como cinco hijos hombres que tuvo, fueron unos excelentes músicos.

56- Tienda de Abel Gaviria, (hijo de don Pablo Emilio) Abel encima de la ventana de la tienda tenia un aviso; Era un cuadrito de madera en donde había pintado un borracho apuntando con un revolver y decía: "ABEL SI FIAS TE MATO".

57- "LOS NARANJOS", finca del Dr. José Gutiérrez Gómez. Al frente de la tienda y las otras casas había una barranca como de dos metros de alto y encima un cerco de pinos muy tupidos.

La casa quedaba en un morro, a un lado de la casa sembraron más cien árboles de Naranjos ombligones. A esta finca primero le decíamos "La perrera” pues tenían muchos perros.

58- Aquí quedaba la casa de don Marco Antonio Tirado, (Tocayo morro) su señora e hijos, y ellos son: Aníbal quien falleció en el año 2009; Fabio (el viejo). Edgar, quien hoy en día es el Obispo de Caloto, (Cauca) Ninfa es religiosa, y de los otros hermanos, mi hermana Elena se puede acordar.

59- Casa de doña Pastora Torres y familia.

60- Casa de doña Elena, y su hermano David Torres.

61~ Casa de doña Julia, y su hijo don Gustavo Torres.

62- Y esta fue la casa de don Marcos Molina, su señora Sofía Rosa, y sus hijos: Marco Antonio, Francisco, Ana María, Evaristo, Isabel, Miguel, Ignacio, Amalia y Sofía Molina quien fue la esposa de mi tío Martiniano Montoya.

63- Casa de don José Elías Londoño y familia.

64- Casa de don Manuel Pérez, su señora doña Rosa, y familia.

65;- Finca ".ASÍS", me parece era de don Santiago Mejía.

66- Finca "EL CORTIJO", en estas dos fincas en los meses de diciembre daban regalos a todos los habitantes del Barrio.

67- Finca "LAS BRISAS, esta finca queda a un lado de la carretera, un poco más alta que las otras casas.

68- Esta finca antes fue de don Ramón Jaramillo, después del Dr. Jaime Restrepo Navarro. Esta finca subía hasta la carretera a las Palmas.

69~-Esta fue la verdadera finca "EL TESORO". Fue una fonda a donde llegaban los arrieros con ganado desde la feria de Medellín. Ahí pernotaban para al día siguiente seguir con el ganado hasta el Retiro.

70- Aquí quedaba la casa del maestro Eulogio Castrillón, en ese lugar terminaba la carretera, seguía un camino por mangas y rastrojos hasta ese alto que se llamó "Puentes", después fue bautizado "EL ALTO DE LAS COLES", pues desde lejos se veían muchos árboles de yarumo blanco.

71- Finca de don Rodrigo Mejía, la casa y la carretera fue construida en el año 1945 . La casa quedaba a una cuadra de la carretera a las Palmas.

La carretera fue contenida por un morro de casi un kilómetro, desde la tienda de Abel Gaviria. Yo trabajé en esa carretera, hice como tres metros de banqueo. "Sepa" que fue el que hizo esa carretera me pagó a $1,000 pesos el metro.

La carretera al "'Tesoro", entre el parque del Poblado y la casa del maestro Eulogio Castrillón tenia unos 4 kilómetros y medio de largo.

En los meses de diciembre en las fincas "Campo Amalia, Don Manuel Johnson, En "ASIS" y el Cortijo daban muchos regalos a todos los habitantes:

Yo no me perdí ningún regalo. Daban un pedazo grande de natilla, buñuelos, carne de cerdo, dominó, peinillas, lápices, dentrífico (Pebeco) que sabían más buenos y muñecas para las niñas. Que recuerdos tan grandes.

En "Campo Amalia" ponían una vara de premios: Era una vara de guadua muy larga, en la parte de arriba pegaban unas varas en cruz en donde estaban los regalos y la untaban de grasa

A un lado de la finca de don Bernardo Mesa, (37) comenzaba el camino (líneas punteadas) por el cual entrábamos y saliamos con la bestia desde la Palmera.

Ese camino entre la carretera y los "morros" era un canalón muy estrecho y lleno de piedras sueltas; de ese lugar el camino seguía por la manga.

Por ese camino también se movilizaba Ramón Rojas (Ramoncito) quien bajaba desde el cerro "Cristo viejo", allá en lo alto de la cordillera, con sus seis mulas cargadas con leña y carbón, hasta el Poblado en donde tenia su clientela.

Ramoncito vivía en el Barcino, quedaba unas tres cuadras más arriba de la carretera a las Palmas. Allá vivía con su señora María Castañeda (Mariita) Pedro Luis hijo del primer matrimonio, y sus hijos: Ramón, Roberto, Ricardo, Rubén y Daria Antonia Rojas Castañeda.

Bien, y este fue el recuerdo de todos esos habitantes, fincas y sitios que yo conocí en la loma del Tesoro en la década del cuarenta.

Jaime Montoya Montoya.

15 de abril de 2011



HISTORIA DE MI BARRIO –LOMAS DEL TESORO- ESCRITO POR MARTINIANO “MARTIN” MONTOYA BENJUMEA

Recordar es recorrer con la imaginación aquellos parajes que fueron el patrimonio de un tiempo pasado. Hoy ellos guardan la nostalgia de lo que fueron y muestran la pujanza de un barrio que por arte de magia del progreso de la construcción, no deja ni rastro de lo que vió y vivió este curioso hace varios años.

Cuando la candidatura del Dr. Enrique Olaya Herrera, mi hogar paterno estaba ubicado en un cerro llamado LA POLKA donde hoy queda el Seminario. Allí, los fuertes vientos elevaban las cometas hasta el infinito. Al mirar al occidente se dominaba la cuidada y se apreciaba la polvorienta carretera en una recta desde la Planta de Vapor o puente de Guayaquil, hasta los Tejares de La Asomadera. Podía apreciar los autos de capota blanca que viajaban por la ruta a Envigado. Mirando al sur, no me cansaba de admirara la inmensa ladera de las Lomas de EL POBLADO, con sus potreros de pasto de Yaraguá, que al florecer parecían tapetes de color bermejo, llenos de ganado, con la frondosa vegetación del claro verdioscuro de sus corpulentos árboles.

En algunos despoblados, un camino serpenteado la montaña parecía como un tres encima de otro. Este camino conducía a las Palmas y al inalámbrico, pasando por el Tesoro.

Cuando anhelaba en mi juventud recorrer aquellos parajes misteriosos y hechizantes, donde los vientos hacían elevar los globos y las cometas cuando reventaban el hilo.

TIERRA DE PRESIDENTES por aquí pasaron grandes figuras de la patria. Conocer donde Vivian y cómo eras las casas de unos señores ricos, que tenían una fábrica de pantalones que anunciaban con la imagen del diablo y que decían: “estos calzones no los rompe ni el diablo”. Familias de presidentes, de apellido Ospina, y uno de ellos Pedro Nel Ospina que, según mi papá, el gobierno le permitía hacer libras esterlinas no sólo para los ricos sino para los trabajadores, no para echarla en la alcancía, era para comprar el mercado.

Estas cosas me atraían más y más al Poblado, punto predilecto escogido por los españoles para sus primeras casas y para su iglesia. A los indios los echaron mas hacia arriba, al resguardo o no se que cosa.

Un día llegó lo inesperado!

El rebosante anhelo de mi juventud!

Mis padres dijeron que nos íbamos a vivir a El Poblado a un lugar cerca al Tesoro por el camino que va a las Palmas Que alegría. El Poblado era cuento aparte! Conocer la iglesia del Poblado, más alta que todas las por mi conocidas. En sus imágenes del Viacrucis, en recuadros de alto relieve podía tocar las piernas de los judíos y la cara del Señor… ese era muy raro…

Al frente del atrio se levantaba un árbol tan alto y grueso que me traía a la memoria el relato de las Historia Sagrada: así puso ser el árbol con que soñó Nabucodonosor. Y en la casa cural tenían una imagen de San Lorenzo que la había regalado un rey a los del Poblado, dizque porque nos quería mucho. No se por qué, los muchachos decían que era el abogado de los vientos y cuando una cometa se ponía a “coliar” gratábamos: ¡Viento San Lorenzo mano ven a mi!.

En el Poblado, me matricularon en la Escuela Herrera Campusano. En Loreto siempre me había enseñado una señorita.

¡Ay – primera vez que me enseñaba un hombre. Le tenia un poco de miedo pues mantenía una varita de bambú para pegarle a los muchachos, se llamaba don Pedro Ramírez. Recuerdo también a don Jesús Arias tan colorado que parecía un míster aunque a mí se me asemeja a un pisco.

Recuerdo un día que me tocó dar la lección. Era poco lo que yo sabia de Historia Patria y a pesar de esconderme detrás del cuerpo del niño que estaba adelante no tuve más remedio que responder:

- Dónde nació Policarpa?

Eso de “Policarpa” se me grabó pero el apellido no lo entendía:

Me paré y respondí:

- Policarpa SALABARIENTA nació

No me dejó terminar ¡dijo:

- Venga acá para que lo escuche todos

Repetí dos veces.

- Con que es SALABARIENTA… tenga pues para que ponga más cuidado.

Y me descargo en las piernas dos o tres guarapazo con la varita de bambú, que me hizo llorar a la vista de todos.

Tal vez por estos recuerdos llevo al ser Pobladeño en los pies de tanto caminar con dolor y alegría los senderos de la loma de El Poblado, camino a las Palmas vía por El Tesoro. Lo que hoy es la Calle 10, hasta mas arriba del cruce calle 4 BS x carrera 18 de la nomenclatura actual.


COMO SE LLEGABA AL TESORO

Tratar sobre el Poblado en general seria irreverente en pluma de un lego.

Cómo eras las lomas haces más de 30 años.

El camino viejo al inalámbrico en Las Palmas por El tesoro era una vía obligada para los arrieros que subían y bajaban el ganado de Oriente los días de feria. Los Miércoles era un día de temer para los transeúntes, pues era muy posible toparse con un animal desperdigado de la manada. Estos arrieros subían a acampar al Tesoro, al Alto de Coles o Llanadas, unas cuadras más adelante y arriba del cruce de la quebrada La Aguacatala. Aún hasta el año setenta había pocos asentamientos o caseríos en las lomas al oriente de El Poblado.

Antes de 1940, a este nuevo habitante de las Lomas de El Poblado, le tocó trajinar por una calle destapada. En los primeros recorridos quedó grabado el ambiente a su alrededor.

Al dejar el parque por donde pasaba el tranvía, subiendo la calle 10 hacia el oriente, a tres o cuatro cuadras estaba la manga del señor Posada y al frente la finca de Ramón H Londoño hoy barrio Lleras. A la izquierda, barrio La Aurora, el señor Londoño tenía una cría de vacas paturras que era la admiración por su pequeño tamaño.

Enseguida, la casa de Don Germán Echavarría, Vizcaya, y al frente la finca de la mamá del Dr. José Gutiérrez Gómez, lo que es hoy la Divina Eucaristía. ¡Que sombreada era la carretera en este sector: frondoso pomares a libre disposición de los transeúntes.

Aquí se encuentra la ramificación de las vías, calle de gran tradición, trajinada por presidentes y grandes figuras de la Historia de Antioquia. A la izquierda subiendo a La Chacona, finca La Luz y La concha, donde vivía don “Emilio Paila”, así lo llamaban. A la derecha, siempre al oriente, la tienda de La Cachucha. Este nombre posiblemente se dio por la construcción que a la distancia parecía una cachucha.

Constaba de una media agua, esto es alta al frente y en su interior terminaba más o menos en metro y medio. Al frente tenia un anden. Este tipo de construcción se conocía con el nombre de Mojinete (vivienda económica para gente pobre). Unos metros más delante de este sitio, estaba el puente de la quebrada La Presidenta, de donde se tomaba las aguas para el barrio; ahora se encuentra en este lugar el Convento de las Carmelitas.

A la derecha continuaban las mangas de la finca de la familia Gómez con su hermoso ganada de leche hasta el callejón del Chocho o Chupadera, que conducía al hoyo de los Jaramillos y empalmaba con la Loma de Parra.

Después se llegaba a las portadas de El Vergel y Fontamar, fincas donde elevaban globos de gran tamaño y de múltiples formas, como cojines, trompos, carros, vacas, estrellas. Allí existía una portada antigua. Puerta colonial de gruesa tapia, puerta de golpe hecha en madera de Caunce. El único escampadero para los viajeros. Este lugar también era el obligado para otros menesteres muy personales, pues generalmente los domingos, quienes se dirigían a misa lo hacían con sus zapatos viejos llevando los nuevos al hombro. En este lugar se cambiaban los zapatos viejos, nadie se atrevía a tocarlos. ¡Cuantas veces gozaba con mis amigos mirando las muchachas cuando se cambiaban y se ajustaban las medias!

Continuaba mi recorrido bajo las sombras de los árboles de Noro, la quebrada de Sorrento y Lucerna, percibiendo de cerca el aroma a naranjas mandarinas de la finca de Las Acacias de los señores Navarro y al frente la casa de don Justo Saldarriaga.

Aquellas curvas misteriosas que tiempo atrás admiraba desde La Polka como un tres repetido, ya las podía recorrer y admirar de orilla a orilla.

Formada por la curva de Las Acacias y las entradas a Sorrento y Villa María, la regia mansión de Lucerna se divisaba de todas partes, por ser de varios pisos.

El segundo tres, lo marca la próxima curva desde el canalón de Moná que conduce a los montes de Cristo Viejo en la cúspide de la cordillera, por donde bajaban madera los antiguos y posiblemente el ultimo refugio de los indios.

Contiguo a este callejón y a la calle, brotaba un manantial abundante y fresco, conocido más por los escueleros que depuse de llenarse de naranjas, guayabitas agrias, pomas o moras, calmaban su sed. No era raro que desde el morro tiraran piedra desde las casas de los Londoño, Claudio Restrepo, el que se fumaba los tabacos casi masticados soltando unas bocanadas de humo que parecía la máquina del tren. Hombre amable, enamorado de su terruño en un altico envidiable, en el que viven sus descendientes, sin dejarse tentar por las ofertas de los ricos. Allí, se escuchan las melodías de unos de los músicos ensayando, es Luis Gaviria emparentado con esta familia.

Adelante en la próxima curva estaba la entrada a la finca San Luis, de Míster Canny. Este señor era dueño de unos caballos cuidados en pesebrera, que sacaba a pasera todas las tardes su mayordomo Eleazar. Daba gusto ver a Byron Canny montando una yegüita que parecía un relámpago.

Las curvas continuas de la carretera mostraban al occidente los potreros de la finca de Don Justo Saldarriaga que se extendía hasta la portada de Campo Amalia, finca donde se unía la Loma de Parra.

En este sitio apreciaba la panorámica más amplia hacia el occidente. Ver El poblado allá abajo. Divisar el río con sus amplias playas formando grandes vueltas de caracol.

Mirar el paso del tren con su humareda hasta sentir desde esa colina su pito inconfundible. Observar el trapiche rodeado de verdes cañadulzales, donde es hoy el barrio partió Bonito y las Vegas. De allí se podía escuchar el rebuznar del burro de don Abraham Escobar.

Esta vía que recorrí, la asfaltaron entre los años 40 y 45 hasta unas tres o cuatro cuadras más arriba.

Los muchachos del sector montados en carritos de madera bajaban como unos bólidos. Cuentan que un carrito de esos se le metió a un camión que subía y para qué contar lo que pasó.

Al otro lado de la quebrada La Escopetería, desde este mirador, se veía el morro terminal de la loma de los Parras, separado por la profunda cañada de El Chambún, con pródiga vegetación de selva.

Recuerdo algunos habitantes de La Loma de Los Parras: Castrillón, cochero que subía su carretilla y la dejaba en la portada de Campo Amalia cruzando la cañada con su caballo de cabestro y sus aperos.

Familias de Pastor Gaviria, Gaviria, Taborda, Berrio y Parra, pues según Luis Eduardo Saldarriaga, conocedor del barrio, el origen del nombre de esta loma tiene mucho que ver con la señora Jacoba Parra quien dejo pocos descendientes, él uno de ellos.

En los cuentos y en los caminos antiguos no puede faltar el espanto. Aquí estaba bien ubicado!

Según testimonio de muchísimas personas y desde tiempos antiguos, en El Chambún o sea, entre la carretera a El Tesoro y el cruce de la quebrada contra la Loma de Parra, se sentía pasar un jinete sonando los estribos. Pero éste no aparecía en ninguna de las dos salidas de la quebrada la Escopetería.

En mas de veinte ocasiones me interné por entre los tupidos matorrales en altas horas de la noche; mi caballo de nombre El Correo, se desbocaba al dar la curva de la cañada, sin obedecer a rienda ni freno, dando a veces resoplidos, la verdad, que nunca sentí nada.

Dejemos este espanto en su lugar y sigamos subiendo la loma: Las orillas llenas de vegetación de la finca San Francisco de la familia Ángel Olarte, servía de sombra a los caminantes. Tupidas matas de bambú bordeaban el camino hasta llegar a la portada de Ellenville de don Luciano Restrepo. Qué sorpresa para los que conocieron este sector antes de 1980, ahora se encuentra el PRIMER TESORO, conjunto residencial. Para llegar el segundo TESORO de nombre más antiguo, falta la mitad del recorrido.

Donde empalma la Transversal Superior, en la pequeña Marianela o Loyola de Don Alonso Ángel, un caballo me lanzó al agua de la cual me sacaron más mojado que un pato. De esta cañada de protuberante vegetación y corpulentos árboles de Higuerón, nacimientos de agua que brotaban de las peñas en borbollones, tomaban las aguas en tubería para las fincas de El Pinar y Castilla.

A la izquierda la finca de Los Pinos y el Algarrobo con su portada colonial de gruesas tapias y puerta de golpe en madera cuadrada. En estos potreros pastaba el ganado de Campo Amalia. Los que, variaban de potrero a potrero según el pasto; en esto se aprecia la extensión de esta finca y la solvencia de sus dueños.

A la vera del camino subiendo a la izquierda, la finca Los Ángeles entrada por el camino o arrastradero viejo que conducía a EL BARCINO y era la entrada a la casa de Marcos Morro El fontanero.

Ya pisando los umbrales de las primeras casitas, contra la quebrada que viene desde La Palmera y finca de Juan Mesa, se percibía el olor agradable de Alfandoques y Gelatina con canela, de las casas dedicadas a estas labores, Faustina Jaramillo y hermanas dedicadas a moldear gelatinas de azúcar para clientes especiales, y otras de dulce para llevar a la plaza de mercado.

Daba gusto ver en cada pilar de la casa sendos garabatos y la maestría de colgar y descolgar la pata colada hasta que dar en una masa homogénea lista para moldear el contorno de la gelatina.

Estas primeras casitas al borde de la carretera formaban un pequeño barrio, en el que al frente Martín y Bernardo Ochoa hermanos distinguidos por ser oficiales de construcción muy aventajada y hábil para dirigir obras, hacer planos, a los que envidiaría cualquier ingeniero. María Correa dueña de la segunda casita. Lola Correa con sus hermanas Maruja y Lolita, ocupo la tercera casa frente a la calle.

En el interior del pequeño caserío, Cruz Ossa, Joroba Torres el minero reventador de piedras, que tenía la peligrosa manía de hacer reventar hasta seis u ocho tacos con detonaciones casi en serie. En sus horas de ocio tocaba triple, era alegre y festivo. También vivía Urbano Jaramillo el cojo, que a pesar de tener una sola pierna, cortaba leña, desyerbaba, hacia trabajos varios. En la casa de Rosa Jaramillo con su yerno Manolo Betancur, éste fue el gran serenatero y cantor del barrio, fabricante de guitarras. En la época en que en Medellín no se hacían grabaciones, solo matrices en aluminio, este Manolo luchó para que le grabaran una canción pero no encontró patrocinador. Aun se conserva por ahí su sentida canción.

Mas adelante en un pequeño trayecto muy pendiente como un resumidero el que se debe “según los entendidos” en una roca de pizarra en el subsuelo y encima una capa de greda que no da estabilidad o falla geológica. En esa pequeño pendiente contra la finca Santa Teresa y en las próxima curva estaba la casa de Jacinto mi hermano, allí fuimos a vivir, mis padres, Josefina Benjumea y Sérbulo María Victoriano Montoya Garcés de familia Envigadeña. Nacido en 1873, conocido y popular por su vida patriarcal y por su nombre poco común: Sérbulo María Victoriano.

Esta casa situada en la entrada de la finca La Campaña de Don Manuel Johnson. Este señor Johnson alegraba los días de diciembre con la gran cantidad de pólvora que tiraba y los aguinaldos que daba a sus trabajadores, fuera de que escondía el Niño Dios con un jugoso premio en efectivo para sus sirvientes lo buscaran.

Cerrando la gran curva de ese morro que forma la carretera está la desembocadura del viejo camino del Chupadero, ésta vía o camino se inicia en la Avenida Medellín a Envigado frente a Oviedo, sube casi en línea recta continuo a la quebrada La Volcana comunicando con la Loma de Los González, Loma de El Garabato, bordeando la quebrada La Sucia, pasando por donde fue la casa de los Hacheros y desembocando en la finca de Rosa Mesa y Miguel Restrepo, abuelos de mi esposa, (hoy calle 45 BS x carrera 18) en este lugar frente a la finca del Dr. José Gutiérrez Gómez curva o morro de mayor panorámica al occidente y al sur de donde se divisa hasta las lomas de El Escobero en Envigado.

El sector conocido como las segundas casitas constaba de unas ocho casas, Rosa Pérez, Elías Londoño; Pastora, Julia y Elena Torres. Frente a la calle, casitas habilitadas desde hace muchísimos años por la familia Gaviria Londoño, con una pequeña tienda que a pesar de atender la clientela por una ventana han hecho la popularidad del lugar. El padre de éstos, fue José Pablo Gaviria Berrio, casado con María Londoño, guitarrista famoso en su tiempo y compañero de Pedro Rave y Ramón Grajales, los que en las fiestas tocaban Tiotís, Mazurca, Redoble y Bambuco.

Esta familia lleva la música en la sangre; Pedro afinador de pianos y en la actualidad construye uno por su cuenta. Abel, en su viejo violín sigue pulsando dulces melodías. A pesar de los años, conserva una voz de bolerista envidiable, a veces se hace acompañar por su hijo Diego al son de la guitarra.

Luis, virtuoso de la flauta. Gilberto, guitarrista. Hasta sus descendientes siguen el ejemplo de sus mayores, un hijo de Pedro es trompetista, ahora en gira por varios países. William, clarinete, Julio; batería; Luis Carlos, Bajo; una hija de Luis estudia violín; un hijo de Abel, Diego, toca guitarra.

Antes del año 50 frente a estas casitas la calle era un gran patio. Cuenta Gilberto Gaviria que allí jugaban amolao o carambolas y chumbimba, juego parecido al billar con pequeñas bolas de chonta o corozo grande. Se trataba de darle primero a una bola superior o “mocha” y luego hacer la carambola. Esto no era juego de niños, lo jugaban los mayores y se apostaba plata. Abel y Gilberto conservan aún sus bolas tiradoras geométricamente dibujadas.

En ese patio, los sábados se jugaba Dao, Cartas, Dominó, era común perder la plata de su trabajo y las pobres esposas tenían que trabajar para completar el mercado. Se formaban unos bailes de amanecida.

Matrimonio con buena fiesta. Económicos, al estilo de las Lomas del Tesoro. Cuenta Abel Gaviria, en sus memorias de juventud que al efectuarse un matrimonio con anterioridad, se hacia una reunión de padrinos: se fijaba una cuota para cada pareja que quisiera participar y esto cuantas parejas quisieran, aso sí, las primeras cuotas más altas. Con estos fondos se organizaba la fiesta, había trago, baile, comida y mucho orden porque pedían al Inspector de El poblado un policía para vigilar las peleas.

Había que ver un matrimonio en la iglesia cuando subía por la nave central; detrás de los novios, parejas y más parejas detrás, siempre en fila y ordenadamente.

Antes de llegar al Tesoro, tres fincas más. La primera, hacia el sur, de Marco Antonio Molina, de la calle se precia y me hace sentir la nostalgia de mi barrio, porque allí, en la hondonada se divisa el amor de mis amores, la Sofiita consentida, su presencia en medio del jardín se confundía entre hortensias, rosas y jazmines, frente al amplio corredor de estilo colonial. Don Marcos Molina, arriero fuerte y amable, el hombre más popular de la región, tenia para todo dolor, un remedio. En ese tiempo era el único que ponía inyecciones y el más conocedor de agricultura y ganado.

Contiguo estaba Las Mercedes o Asís, del periodista Dr. Ricardo Uribe Escobar colindante con la del escritor y catedrático Dr. Alonso Restrepo Moreno. Al lado izquierdo hasta la montaña, la finca Las Brisas de don Delio Londoño, y a bordo de calle, El Cortijo.

Al fin! Duro y lento fue el ascenso a las lomas.

Contemplar esa hondonada o planicie de inmensos patios y quebrada rumorosa es la Finca de El Tesoro, por el camino viejo a las Palmas. Este nombre es conocido hace más de cien años. Allí nace la quebrada La Volcana en el monte de La Josefita, entre bosques de zarzas, helechos y musgos, mariposas multicolores que se posan sobre hojas con gotas de roció. Imponente sobre la roca se desliza la Volcana donde tomar agua en las hojas de mortiño era recibir la gracia del Creador magnifica y saludable.

¿Qué había más allá del Tesoro?

Dos cuadras mas arriba estaba la desembocadura de la Loma de los Balsos frente a la finca Bella Vista, con sus pendientes potreros y el camino antiguo que subía al alto de puentes, con grandes piedras que semeja un camino indígena, con una planicie de 3 ó 4 cuadras rodeada de montículos que la protegen de los vientos y la hacen invisible o inadvertida. Volver la mirada delante de El Tesoro, una recta plana hasta la quebrada La Aguacatala y de allí, el camino o trocha para las Palmas.

Más o menos en 1939 la carretera destapada era carreteable hasta unas cuadras más adelante de la quebrada; donde habían unas pocas casas: de Castrillón, Méndez, Escobar y una fonda o antigua pesebrera.

Hasta este lugar subían los camiones marca Indiana con los implementos para la torre del inalámbrico. Para seguir el camino en mulas o en turegas. Labor de arriería encomendada a los hermanos Agustín, Pablo Molina y otros.

Esta es la última mirada al lugar que es motivo de historia: en la pequeña planicie de El tesoro, el nacimiento de la quebrada La Volcana. Desde tiempos antiguos existió allí una fonda caminera de amplios corredores y corrales donde acampaban los arrieros.

Los que arriaban ganado para la feria de Medellín procedentes de los pueblos de oriente: La ceja, El retiro, Etc., allí bañaban las vacas de cría y le motilaban la ubre, las cepillaban con cepillos de “coco” o con un costal, para que se vieran bien relucientes, si eran caballos les peinaba la cola y la crin untándoles mantequillas.

Esta fonda llamada El Tesoro, nos cuenta el señor Manuel Pérez que vive en el sector, con sus 70 años, que en su infancia conoció a su abuelo “El viejo Pérez” que manejaba la fonda, donde en las noches de feria se formaban unos bailes y hasta peleas de los parroquianos.

Fallecido su abuelo, compró este sector don Rudesindo Echavarría y formó su finca de campo, mas tarde este señor la vendió al alemán Míster Son, quien la vendió a el Colegio Luis María de Monfort, hoy colegio “José María Berrío”. Agrega Manuel Pérez: nuestro Barrio Popular y sobre se debe diferenciar de las grandes unidades cerradas que llevan el mismo nombre.

El sector o pequeño caserío origen del barrio más populoso de Medellín que no se tire al olvido su tradición y nombre; antes, admirar y venerar estos cimientos sagrados donde una generación laboriosa se dedicaba unos en el ramo de la construcción en Medellín, otros en el campo trabajando en la finca de los ricos, otros traían leña, tierra de capote, recogían boñiga y cagajón para emboñigar casa; y las mujeres cocinaban las patas de res para hacer gelatinas y llevarlas al mercado: Aquí no habían vagos; pero si buenos tomadores de trago en los días de fiesta. Recuerdo a un Arsenio Ossa que apostó con otro a que se tomaba un vaso de aguardiente seguido y el otro uno de ron lleno, se lo tomaron, ninguno de los dos perdió la apuesta; pero cayeron al suelo casi privados, se durmieron la borrachera y después para la casa, no se intoxicaron porque eran hombres fuertes alimentados con caldo de pata de res.

Este conglomerado de gente humilde donde está la Acción Comunal y la vieja tienda de los Gaviria, se debe distinguir y señalar con el nombre tradicional de LAS CASITAS DEL TESORO.

He recorrido hasta las lomas de El Tesoro, el origen y formación de un barrio, que conviví desde su fundación hasta el progreso: sólo una calle larga con las desembocaduras de las Lomas Los Balsos, Garabato y González, Loma de Parra.

Ya de regreso hacia El Poblado, entre las primeras y segundas casitas; en la curva de la finca del Dr. José Gutiérrez Gómez a la vera del camino, está la casita mi hermano, donde viví. De amplio corredor empedrado con matas de geranio de diferentes colores, melenas y begonias, a la sombra de tupido Bricatinga. Que dulce era sentado en ese corredor en compañía de mis padres, sentir el calor del hogar, divisar al oriente la extensión de las fincas de unos cuantos dueños, con su verdor y oscuridad de monte, con linderos que subían hasta la cordillera, casi en línea recta: finca de don Delio Londoño trasmontando la cordillera hasta el alto de Puentes. La de Ramón Jaramillo subía muchísimo más arriba de la vía a La Ceja. Don Luciano Restrepo en compañía de otro vecino compró parte de la montaña con el fin de preservar las aguas.


SEGUNDA PARTE

¿EN QUÉ SE OCUPABA LA GENTE ANTES DE 1950?

Los sueños de niño, anhelos de estudiante, como se truncan al encontrar la realidad de la vida. Truncado el deseo de ingresar a la universidad que se estaba fundando en esos días, la U.P.B., era ya la sabiduría del campo que tenia que aprender y adquirir. Un cambio total hasta en los juegos infantiles. Mis padres me enseñaron en la Universidad de la vida: mi madre en la docilidad de sentimientos, mi padre en el conocimiento honrado del trabajo. Ver herrar bestias; domar hasta reducir a la impotencia soberbios potros cerreros, con la ayuda del rejo y el arcial; colocar la angarilla con garabatos para cargar caña o hierba o zurrones para otros menesteres; inspeccionar el pretal y la retranca; aflojar el cabestro y apretar la cincha.

DE QUE SE VIVEN Y COMO ERAN LOS TRABAJOS EN MI BARRIO

Ya más formado, capaz de conocer, y saber que eran los aperos, poner el freno con la jáquima sin apretar la barbada; la alfombra o sudadera con la guardazincha hacia adelante y sin templar la baticola o grupa y bien puesta la pechera.

Tener presente que en el garabato de la pesebrera quedaba el zurriago o perrero con las alforjas y la jíquera para el mercado; la macana y la navaja perica o falseadora para remendar las enjalmas.

En lugar de usar cachucha, un sombrero de caña con su barboquejo para que no lo arrebatara el viento. Pendiente a la cintura, la pinilla de 16 pulgadas con cubierta de 14 ramales con agallas de fino cuero. Al brazo, una soga con chipa armada para enlazar sin hacer voleo para no ariscar el ganado.

Sugestionado por el nombre antiguo de El tesoro y sus leyendas de cargas de oro dejadas por mineros en la Guerra de Los Mil Días, busqué por muros y vallados, sin encontrar nada.

En esta carretera de Las Palmas por El tesoro, al bajar al Poblado, se encontraba poca gente en el trayecto, excepto los arrieros con su ganado que iban a la feria de Medellín, procedentes de El Retiro y La Ceja.

Al mayordomo de Ellenville lo llamábamos Míster Negro. El sobrenombre se debía a que los patrones le enseñaron inglés, montaba caballos de trote, y al compás del paso del equino, el hombre se levantaba en la montura con aristocracia de puro míster. Salía a pasear los caballos todas las tardes. Igual ejercicio para los equinos, tenía que hacer Eleazar, mayordomo de Míster Canny.

No era raro toparse con don Marco Antonio Molina que regresaba de la ciudad, después de llevar su carga de plátanos.

Punto aparte fue ver subir al capitán Julián Gaviria en una bestia tan grande que equiparara a su estatura. Uno, cabalgando en una yegüita trochadora o de paso español como dicen ahora, parecía un mosco. Así era de chiquita la yegua Rusilla en que montaban las hijas de Jacinto mi hermano.

Ingrato no recordar a otro personaje tan buen caballista: hombre chiquito con polainas, guantes de cabretilla, fusta con empuñadura de nácar y orgulloso? Ni se diga… o mejor, como dicen hoy, muy templado. Con dos perros que le seguían paso a paso. Este señor vivía en lo que es hoy el Barrio Astorga, era don Félix Gaitán.

Ver subir otro jinete, de mucho cartel corredor en el Hipódromo de La Floresta, don Félix Bernal. Quien vive aún con sus casi 90 años.

Muy común encontrarse con Quico Pérez, mayordomo de los Ángel Santamaría, de soga en mano, acompañado de un perro danés, tan grande que le daba a un hombre a la cintura.

Admirable ver ya el barrio de mi ciudad, urbanizado con edificios de más de ocho plantas, en el que en tiempos atrás era indispensable un trabajador con estampa de vaquero en unos potreros llenos de ganado. En este mirador hoy finca Sierra Alta de donde se divisaba las lomas de Envigado, al vaivén del viento se estremecían las hojas del fértil platanar, de la casa de Marco A. Molina y las mangas de la finca del Dr. Alonso Restrepo Moreno “El Catedrático” que hoy cubren las instalaciones de ISA con sus amplios parqueaderos.

Al sur, al norte, al occidente, como un sueño de hadas, rascacielos en fila, en circulo, diagonal, sobrepasando la arboleda de gigantescos pinos, pizquines, arrayanes y eucaliptos. Seguir viajando por la misma vía, que sólo hace 30 años fue solitaria, donde se escuchaba, de vez en cuando el motor de un carro, el piafar de los caballos y el sonoro tras tras de sus pisadas, interrumpidos por el bramar de las vacas y el berrear de los terneros.

Llegar de regreso a la portada de lata y teja de Marianela o Loyola en la Transversal Superior, la entrada a Ellenville donde me tiró al suelo el caballo y en lugar de los tupidos pomares y zarzales, se lee: El tesoro ¡Unidad cerrada con esplendidos apartamentos que se levantan en edificios, allí donde fue la cabaña, hasta cubrir cuatro o cinco plantas.

El subir y bajar por el mismo camino no es lo mismo! Cuando se hace en épocas distintas al existir cosas tan diferentes.

Que recuerdos¡ La portada de Campo Amalia, donde hoy se levantan San francisco y Villa Gonzaga, con su espanto del caballo, con su profundo Chambún formado por la quebrada La Escopetería. Del alto de la carretera se ve en varios metros de profundidad, edificios que desafiando la fuerza del agua clavan sus cimientos en la propia corriente.

Aun me parece ver la finca de don justo Saldarriaga, y a su trabajador Luis Saldarriaga, prendiendo el carro tres patadas, pero hoy, no hay ni carro ni ganado; cuadras y cuadras en toda su extensión edificios y más edificios de apartamentos.

Igual hacia el oriente en San Luis. Edificios de seis y más plantas construidos sobre el morro en toda la curva, Villas del tesoro. Ya, hasta difícil conocer cuando subíamos hasta la fuente donde tomábamos agua y las entradas a Sorrento y Lucerna, donde no se borra el recuerdo de las curvas en forma de tres, cubiertas en la actualidad por los hermosos parques de su unidad cerrada, frente al camino de Moná.

Las Acacias, la de los mandarinos, donde cruza la transversal Inferior en la cañada de Sorrento donde los cazadores perseguían conejos debajo del fértil follaje y de zarzales.

De norte a sur, en todo su trayecto hasta el Hotel Intercontinental y hasta las Lomas del Escobero en Envigado, la transversal presenta una arquitectura multicolor muy superior a las del corazón de la ciudad, levantada en un tiempo record, que sobrepasa a cualquier ciudad, con lujosas porterías, algunas con circuito de televisión cerrado, con dos iglesias San Lucas, Visitación en las Lomas y en la Cachucha, parroquia Divina Eucaristía.

En los años cincuenta (50), muy contadas eran las fincas que tenían piscinas, pocas se podían dar el lujo. Naturalmente que para construirlas se tenia que inspeccionar un terreno firme, con abundante suministro de agua. Hoy, gracias a las Empresas Públicas con la represa de La Fe, apareció una nueva construcción de piscinas en propiedad horizontal, hasta en un tercer o cuarto piso, un verdadero reto de la arquitectura moderna.

Ya conocimos como fueron y como son en la actualidad las lomas de El Tesoro, por este guía que subió y bajó en dos épocas diferentes. Por qué no saber de él que también hace historia de su barrio?

Al trascurso de los años este niño que anhelaba los campos de El poblado, sus montes y frescas orillas, subiendo la solitaria carretera, cogiendo aquí una mora, allá un mortiño, tumbaba mandarinas en las Acacias, tomando agua en el callejón del arrastradero de Moná, montando en los guayabos, tirando cauchera a las frutas mas altas.

Me había formado en la soledad y sin amigos, solo pendiente de las obligaciones encomendadas. En la finca Campo Amalia de Alberto Ángel Santamaría (hoy Villa Gonzaga y Coconuco).

Un trabajo, si un trabajo en perspectiva ¡La referencia que me exigieron fue: si sabía leer y hacer cuentas, y, que al ser hijo de Sérbulo María Victoriano hombre conocido en Envigado y El Poblado por su honradez y por su nombre tan poco común. No hacia falta más recomendación.

Dar vuelta a los potreros y al ganado a caballo, ordenar los trabajadores así como lo hacia un mayordomo general, era mi mayor ambición. Con este empleo alcance mi deseo ¡Reemplace a su mayordomo anterior Señor Quico Pérez quien había ocupado ese puesto durante treinta años. En varias ocasiones viajar a la finca de los Salaos en El retiro a pagar trabajadores, lo que es hoy Fizebad, con las alforjas llenas de billetes, por esas soledades del camino viejo o trocha, porque aún no existía la carretera a La Ceja. Ir a desayunar a la fonda de las Palmas frente al inalámbrico.

Después, la rutina de siempre, vigilar los trabajos, ver la lechería, el cuidado de repartir bien los trabajos entre otros oficios, cuidar que los trabajadores al limpiar los potreros tenían que dejar sin cortar la maleza o ramas en los barrancos y a orillas de las quebradas.

Con el correr del tiempo adquirí un pequeño terreno entre la subida a las casitas y el callejón del Chupadero, donde es hoy la transversal superior, donde nace la quebrada La Sucia, al sur de Coconuco. Con esta compra se fueron los ahorros ¡como construir una casa? Esto fue un esfuerzo a toda prueba!.

Era un hombre apenas con 20 años. En esos días había dejado de ser “piernipeludo”, como le decían a los muchachos de pantalón corto. Al bajarme los largos habían comprado un fluss de pie a cabeza. Constaba de un vestido azul de paño, sombrero, corbata y zapatos. Otro vestido color café, también completo, y dos pantalones de dril. Un reloj de bolsillo marca Ferrocarril de Antioquia con su leontina, un revolver marca Colcaballo y hasta me hice “retratar”. Claro que con estos gastos no quedó nada de ahorros! Solo el deseo de agradar a las muchachas y conseguir novia.

No habían transcurrido ni tres meses después de este evento, cuando habían llegado de los pueblos de oriente unos señores que eran tapiadores o constructores de casa por el sistema de tapia pisada o sea, muros de tierra.

Hice la propuesta de construir una casa a crédito, no la aceptaron, sólo admiraron el reloj y el revolver, pero esto no cubría ni la tercera parte del valor. Viendo que las prendas agradaban a los constructores, solté la oferta de el todo por el todo¡. Si me construyen las tapias o muros ya les doy a cambio los vestidos completos y los implementos. Así fue, negocio hecho. Quede descalzo y sólo con los pantalones de dril, un poco achantado por los que me conocieron de cachaco, pero con orgullo y satisfacción viendo como se levantaban imponentes los muros de tapias.

Y el techo? Otro problema para resolver… no tenia con qué comprara la madera… Miraba desde donde es la transversal superior y las casitas hacia el oriente en el Barcino, donde los tractores abrían la brecha de la hoy carretera a La Ceja. Allá en la montaña había madera fina y buenos amigos que la regalaban. Por qué no subir por ella? Pues, manos a la obra! Después de terminar el trabajo, subir y bajar con la carga de palos de carate, Ensenillo, Chagualo, hasta completar la madera necesaria. En la actualidad, apreciar la distancia desde el primer Tesoro hasta la carretera a La Ceja, es ver el esfuerzo de un hombre por poseer casa propia, antes de pensar en novia.

Fui trabajador en las fincas de Ángel Santamaría; familias distinguidísimas, la señora Amalia Santamaría era descendiente de Alcatara Herrán y Mosquera. Esta finca fue la delicia y distracción en los diciembres, especialmente para los habitantes de los caseríos vecinos. Repartían pailadas de natilla y buñuelos en tal cantidad, que el personal de trabajadores se repartían así para estos menesteres: uno, apreviniendo la leña; otro, colocando las piedras para los estilos que soportarían la paila en el amplio patio de la pesebrera que era todo empedrado; dos o tres parejas turnándose para revolver la natilla con el mecedor de puro, de “puro guayacán como la canción”; un trabajador destinado el día 22 ó 23 para bajar a las playas del río, al trapiche, por dos canecadas de miel; otros, encargados de cortar la guadua más derecha para la vara de premio, esta selección era encomendada o dirigida por los sobrinos de la señora, entre ellos Darío Ángel Olarte, el mas alegre del grupo. Esta vara de premios era para ensayar su destreza, todos los niños de la loma. Pero antes tenían que sufrir el sube y baje, por lo lisa, ya que el último retoque de la guadua lo habían hecho con grasa los nietos de doña Amalia: Guillermo, Anita, Clara y maría Luisa. Seleccionar los premios con pequeñas cintas o banderines mecidas por el viento en lo alto de la vara. ¡Llega el 24 de diciembre!.

Por los caseríos vecinos ya estaba corrida la noticia de la fiesta libre para todos y regalo de noche buena. Esto parecía una procesión, llegaban de La Loma de los González, del garabato, Los Parras y Las Casitas. Situados en amplia manga al frente de la casa, en fila recibían la porción de natilla, buñuelos y miel. La atención a los trabajadores era cuento aparte! Hasta una botella de vino, pero no vino comprado, vino fermentado de naranja en la propia finca, con formula secreta traída del exterior, y tan puro, que las Rentas Departamentales venían a sellar las garrafas o damajuanas. En esos días de diciembre recorrían las fincas grupos de sainetes que hacían la distracción más fiestera y por cierto, recogían buena plata y si encontraban a un patrón enguayabado, ni se diga!.

En la década del 50, las fincas se convertían en herencias simuladas o sociedades, repartiendo en vida a los herederos, así resurgieron las casas fincas. Con el modernismo resurgió una modalidad de robo y azote para las fincas, fue el cuatrerismo, por esta causa se fueron acabando las crías de ganado.

Campo Amalia fue vendida en partes quedando muy reducida la finca, que la compró don Enrique Echavarría, ameno escritor, autor de crónicas de Medellín a Buenos Aires.

Como mayordomo, al darme cuenta de esta venta, también alce los corotos para estrenar la casita de mis sueños, lleno de tristeza porque mi madre había fallecido – vivir solo… con nostalgia del pasado, deje caer en gotas de tristeza y de recursos, escrito sobre un muro de la pesebrera a forma de despedida para recordar estos parajes: Campo Amalia tierra mía/ cuna de mis ambiciones/ donde vi nacer un día mis mas grandes ilusiones / cuando la tarde se inclina / con pardas nubes doradas / bandadas de golondrinas / giran, vuelan embriagadas. / Nido de paz y armonía / escondido en los pomares / donde reina la alegría / al rumor de manantiales.

Al saber que el nuevo dueño o patrón era escritor, pensé en una posible oportunidad para aprender de él aquello indispensable para ser poeta, ya que empezaba a balbucir la inspiración.

Don Enrique Echavarría hombre amigo del progreso, pensó en unir la terminal de la Loma de Parra con la carretera hacia El Tesoro, para que los transeúntes no se metieran a esa profunda quebrada de La Escopetería contra el Chambún, ya que el paso era por donde se juntaban dos quebradas, la anterior y la de Los Pinos o ( Ellenville). Pensó en una línea recta por el lugar donde está el viaducto de las aguas que van a Linares y Castilla de don Guillermo Echavarría. Para el proyecto trato con un ingeniero, tropezando con la altura o profundidad de la quebrada, desistió por el costo que esta obra representaba.

Atendió mis conceptos de mayordomo por ser bien conocedor del terreno – es mejor hacer un trazado en forma de herradura, quitándole a la finca una faja y hacer dos puentes pequeños, más económico que uno de tanta luz. Me dio todas las facultades para que emprendiera la obra. Se consiguieron trabajadores, entre ellos Eduardo Ramírez, Germán Villa, Luis Castrillón, éstos compraron más tarde a Don Enrique Echavarría las dos barrancas que formaban el camino viejo, levantaron sus casas, Eduardo vendió mas tarde, en cambio Luis Castrillón conserva su casa con manantial suficiente para abastecer un barrio.

Un vecino de ese lugar Sr. Toto García fue el oficial (aún vive). La nueva vía no quedó muy aceptable por la pendiente, para no quitarle mas tierra a la finca, en la actualidad es carreteable.

Don Enrique para llamarme en los casos en los que necesitara algo mientras estaba en los puentes, ideó colocar una campana que parecía de Iglesia. Con ella y por clave, llamaba: tres campanadas llamada común: repique continuo, urgencia; a intervalos, etc.

En su finca de campo escribía sus crónicas que a veces interrumpía para charlar con su trabajador y me contaba que para escribir crónicas y su libro de “Medellín a Buenos Aires” fue indispensable ser un buen observador. A lo que contesté:

- A! yo no tengo esperanzas de aprender a escribir… lo único que observo y escucho es esa campana que no me deja tener vida! Y soltó una carcajada. A la tarde siguiente, le presente a Don Enrique un escrito con referencia a la campana:

Una, dos, tres campanadas

sigue el eco retumbando

y va el silencio rasgado

horas tranquilas pasadas.

no es el Ángelus que clama

las almas a la oración;

ni es tampoco procesión

ni a funerales que llama.

un ser que atormentado

con repique sin cesar,

la campana lo ha llamado

a decirle que sus penas

nadie puede remediar!!

Don Enrique admiró los versos y los hizo copiar. Los mostraba a las visitas cuando éstas le preguntaban por qué de esa gran campana que tenía en la finca.

Sediento de aprender y progresar, en más de una ocasión rogué a Don Enrique me colocara en Fabricato para poder estudiar. Posiblemente el señor Echavarría, por no privarse de un trabajador competente para su finca, nunca hizo gestiones al respecto.

El tiempo que dura el trabajo en la unión de las carreteras, es de grato recuerdo. La mayoría de los trabajadores hombres jóvenes y las muchachas del barrio, nos visitaban por ver el movimiento de tierra o por los trabajadores. Por cierto que en esa loma hubo una generación de muchachas muy bonitas en el año 45, las Pérez, las hermanas Flores, Betancur, García, Taborda. En todo el terminal o empalme de la loma de Parra vivía un sastre: Jesús Vera que tenia varias hijas, eran unas morenas de ojos negros muy bonitas, las que en las tardes se iban a charlar con los trabajadores, corriendo por los frescos guayabales serpenteando la quebrada, compitiendo en recoger el codiciado fruto. Una de ellas se hizo merecedora a la inspiración del juglar de las lomas del Poblado:

Morena de negros ojos

porte gallardo altanero

yo me postrara de hinojos

para decirte ¡te quiero!

Morena de negros ojos

que ardiente llama el amor,

carmín de tus labios rojos

capullo de rosa en flor.

Por tus encantos rendido

por tu mirara prisionero

por tus ojazos herido

por tus amores me mero.

Sin mencionar a cual de ellas fue dedicado, porque la verdad si este poema hubiera sido una serenata, cualquiera de ellas lo sentiría como suyo, por sus atributos.

Al fin este trabajador se convenció que don Enrique Echavarría no era un “mecenas” para redimirlo a la ciudad y al estudio. Busque otros medios de mayores perspectivas, sin olvidar las lomas y senderos del barrio. Comparando si el pasado con el presente, con pesar al no ver la pródiga vegetación de sus laderas y la casi exterminación del sombrío de sus quebradas.

Meditando al ver como llegamos a la última década del siglo, sacrificando plantas y sembrados para abrir paso al conjunto residencial de una generación de nuevos ricos.

Solo quiero que mi voz como el llamado de la campana, retumbara en sus queridas lomas en una voz de alerta, y devolver a sus quebradas y jardines la pródiga vegetación, plantando árboles ornamentales que den abrigo y fruto a las aves y dejar para otro sitio los corpulentos árboles maderables.

INVITACIÓN A CONOCER MI BARRIO

En nombre de mi Barrio ¡Invito a gozar de una caminada alegre, a gozar del aire puro, recrear la vista, valorara el esfuerzo del progreso, gracias en parte a valorización por sus vías de comunicación.

No importa la hora si les llega tarde, para esto está el servicios de buses, en Junín con La Playa está el cuadradero. Estos los lleva hasta La Visitación y San Lucas, por solo un pasaje común de $ 40,00.

Si tiene carro, por las Transversales Superior e Inferior puede pasear hasta el Escobero en Envigado.

Martín de Campoalá

ANÉCDOTA

El Poblado tuvo su tiempo candente por la política.

A pesar de ser un barrio apacible, donde todos eran amigos, hubo un día de elecciones en el que se negaban hasta el saludo Liberales y Conservadores.

Por tradición el pueblo viejo o colonial comprendido en los alrededores del parque a sus moradores los llamaban “Los Israelitas”, se ignora el por qué. Casi en su mayoría eran conservadores, sobresalían: D. Rafaelito Molina, D. Ramón Jaramillo, D. Vidal Saldarriaga, D. Juan Mesa, Dr. Vélez, D. Miguelito Velásquez, etc.

En las lomas de El Poblado las mayorías eran liberales, familias Galeano, Torres, Ossa, “Pinanos o Cartujas”. Estaban los conservadores un poco retirados de la plaza principal, algunos de ellos en la tienda de D. Vidal Saldarriaga comentando sobresaltados que no dejaba votar a los conservadores, un grupo de mujeres y hombres liberales que habían sacado del parque al Dr. Vélez y a otros; con éstos desordenes era imposible llegar a las urnas.

Comentó Sérbulo que estaba recostado a la puerta de la tienda “para esto que uno no puede tener un arma para defenderse ni siquiera un simple arriador”. En esos instantes alguien que tenia una bandera roja le grito con sorna desde Calle Sébulo cuando vas a votar?

Este le contesto: cuente a los del parque que ahora voy para que me hagan correr a mí también. Uno de los que estaba en la tienda comento: “Toriar un veterano de los mil días…

Como si nada hubiera pasado con este dialogo, Serbulo le pidió a D. Vidal la prestara una jíquera y le vendiera dos pares de panela de la mas fina. Le dijo al hijo menor que lo acompañaba: vea mijito me lleva este mercado, me espera en la calle yo entro a votar. Serbulo entró a depositar su voto. Los liberales lo miraban, pero nadie dijo nada ¡sabían que hombre tenían al frente¡.

Salió a la puerta, recibió la jíquera y regresó a la tienda, les dijo a los allí presentes: ya les cuento para que era este par de panela en esta jíquera, para estos sinvergüenzas que no me dejaran votar o que pensaron en hacerme correr, demostrarles como es un hombre bravo, con esto les rompo la cabeza hasta el diablo, y voleaba esa jíquera, que la verlo, se podía pensar que nadie quedaría de pie si recibiera semejante golpe.

Gracias Dios ese día no pasó nada, pero si dio ánimo a sus compañeros.


UNA INOCENTADA QUE LE COSTO A MAS DE UN MILLAR DE PERSONAS CAMINADAS FATIGOSAS POR LAS LOMAS DE EL POBLADO

Fue más o menos en el año 38 que se rumoro que en la cordillera de El poblado, en los Montes de Moná, se había aparecido la Virgen.

Al mirar a la distancia, aun con binóculos en una peña descubierta por una caída de árboles, se podía divisar una mancha blanca. La gente decía: ¡mírenla allá está!.

Y más y más se convencían de un gran milagro.

Fue la peregrinación de crédulos y curiosos.

Unos subían por Loreto, La Polca, otros por El Poblado, por el arrastradero de Moná, otros se abrían paso por la montaña enmarañada. Llegaban al lugar donde solo había una roca que tenía en el centro una capa de liquien o musgo blanco, que a la distancia y con el brillo del sol se apreciaba una cosa blanca en medio del verdor de la montaña.

Los cazadores de El Poblado conocedores de la región y de la peña porque subían con sus perros a cazar guaguas, le decían a la gente que eso blanco era una roca, pero nadie hacia caso, siempre se hacían esa jornada

Alguien en una finca que le estaban destrozando los cercos coloco un aviso: ES UNA INOCENTADA, es una roca.

No valía, siempre subía la gente.

Posiblemente la curia tuvo que disuadir la noticia.

Después de tantos años, allá en la montaña se puede divisar el rodadero y la mancha blanca.

En la actualidad, indagando sobre este caso, con un círculo de amigos, uno de ellos dijo: ¡a estos israelitas no es raro que se les aparezca la Virgen¡ y miraba con sonrisa burlona a estos pobres pobladeños, por el remoquete que les habían puesto.


UNA FINCA POR UNA YEGUA!

OTRA FINCA TAN BARATA QUE LA BAUTIZARON “EL REGALO”

Vivía entre los Balsos y El Tesoro un señor que al decir de la gente, era de los ricos del sector. Llamaba Juan Mesa. Ya entrado en años casó con doña Anita Sánchez, tuvieron un hijo a quien le pusieron el mismo nombre de su padre. La señora enviudó muy pronto quedando dueña de toda la fortuna, le salió un nuevo pretendiente “Baltasar Henao” de Envigado. El comentario de la gente; fue uno de los hombres más buenos mozos de su tiempo, pero toma trago, jugador y descabezado.

¿Cómo gasto la fortuna de su antecesor?. Pues muy sencillo: nunca volvió a trabaja, fue muy elemental el lujo o distracción: aficionado y jugador en las galleras, al dado y en sus parrandas con amigos entraba a una cantina, pedía trago para todos los parroquianos presentes, hacia bajar de los armarios cigarrillos, los repartía y que pasaran la cuenta.

Ya era popular en los barrios bajos de la ciudad.

Ya en los año 37 al 40 le quedaban algunas propiedades.

Se entusiasmo por las carreras de caballos, le apostaba a una yegua mora, la que mas tarde adquirió al proponer cambiarla a una de sus fincas: LA PEÑA.

Siguió su fortuna rebajando hasta tener que vender su finca situada en la parte oriental de lo que es hoy EL CASTILLO, la venta fue tan insignificante que la gente la bautizó EL REGALO.

Su esposa Doña Anita Sánchez que aún vive, sufriendo como una santa, siendo con dolor su fortuna a tal forma despilfarrada; porque en ese tiempo la mujer no tenia ni voz ni voto para administrar lo que legalmente le correspondía a su hijo Juan.

Casi al final de la bancarrota total, a Baltasar Henao le cambiaba el genio a tal punto que sus borracheras eran de ofuscación desmedida.

En una finca entro en una compañía de anderas, en la que por X razón quería llevar mayor parte de la madera aserrada; el representante de la contraparte era el anciano Serbulo María Victoriano, el que no le permitió mas que la mitad y mitad.

Esa noche, Baltasar pasado de licor, de machete en mano entro a la casa de Serbulo, en la sala lo arremetió a puro filo, el primer golpe se lo pegó en un hombro tirándolo al suelo… El viejo Sérbulo al caer topó en el piso en un rincón una pequeña hacha para rajar guaduas y con ésta le desquitaba tantos tajos hasta que logro asestarle uno o dos golpes que lo dejaron fuera de combate. Ambos quedaron en el suelo tendido llenos de sangre, pero sin gravedad de muerte.

Al llegar los vecinos y la autoridad le contraron al palo del hacha más de seis picadas de filo de machete, o sea los golpes que le desquito.

Desde ese acontecimiento a Serbulo lo admiraban por sus años y la forma como defendió su vida.

Conclusión

“Fortuna dilapidas que no sirvieron ni pa’ Dios ni pa’ el Diablo”

Los últimos días de este señor Baltasar fueron de absoluta pobreza, murió en un barrio pobre de la ciudad, después de haber sido poseedor de las más hermosas bestias y fincas en El Poblado.


ANÉCDOTAS DE LOS QUE SABEN DE ESPANTOS,

PISTAS PARA BUSCAR GUACAS VÍA AL TESORO

Por Martiniano Montoya

Cuentos recogidos de personas de más de 80 años, por transeúntes que a caballo, viajaron de Medellín al Poblado en las horas de la noche, mas o menos antes del año 40.

Contaba don Julio Saldarriaga:

Donde es hora San Diego por la vía de Niquitao estaba la casa de los Ejidos, contra el camino de la Asomadera, esto lo llamaban el Camino del Ahorcado..

Los comerciantes y los niños ricos que les tocó estudiar en la Universidad y Vivian en El Poblado, viajaban en bestia y la ruta más derecha era por Niquitao, pero después de las seis de la tarde se viajaba hasta Balcanes, por miedo de pasar por El Ahorcado.

En la cantera de los tejares, hoy intercambio vial de Sonolux sentían que les tiraban piedra desde el morro.

El compositor Rafael Loayza Posada cuenta: en el mismo sector Cañada del Indio, al cruzar de El Poblado a Loreto por un desecho, sintió como un remolino por espacio de treinta segundos estando la noche tranquila.

A unas personas reunidas en el parque de El Poblado se les pregunto:

¿Qué saben ustedes de espantos y de entierros acá en El poblado?

Una de ellas contesto: Espantos ya no hay… a los espantos les fastidiaba la luz y a medida que se ilumina la ciudad, van desapareciendo igual que las casas de tapia… lástima por que fueron una esperanza para salir de pobre!

Francisco Vasco mas interesado en la política de su partido que en espantos, pero con amplios conocimientos sobre historia relató el por qué se originaron los entierros o guacas: En el siglo pasado no habían bancos, si hubo uno, éste solo fue utilizado por los comerciantes ricos. La gente del pueblo guardaba sus ahorros o joyas en la casa, había muy poco en qué invertir, la mayor inversión era en ganado y comprar un par de mulas.

Las fuerzas revolucionarias del siglo pasado, buscaban todo aquellos que les pudiera servir para sostenerse. Las gentes al darse cuenta de los reclutamientos y requisas, enterraban su plata y alhajas; Como en El poblado había mayoría de ricos con sus casas de campo, éste es el origen de los entierros o guacas en este sector de la ciudad.

El por qué se quedaron estos escondites sin volverlos a recuperar?. Muy claro: unos murieron en la guerra, otros por temor a otra revolución, y otros viejos mas (zorros) por temor a sus hijos calaveras, los dejaban ocultos, les llego la muerte y se quedó el escondite en secreto.

Una persona que se reserva su nombre, asegura que el El Poblado encontraron varias narigueras.

Otros contesto: Contaba la abuela de Enrique Londoño que vivía en la entrada de Moná, a quien le tocaron las guerras políticas del siglo pasado, que las gentes por temor a los saqueos que hacían las fuerzas del General Mosquera y las de Rengifo, dos hermanos que eran mineros o guaqueros en Medellín, empacaron su fortuna, cargaron una mula y se vinieron para las Lomas de El Aguacatal a esconderlas en una de sus propiedades o en fincas de amigos.

Al tener noticias de que las fuerzas del gobierno venían por el mismo camino, extraviaron y se metieron al monte y enterraron su carga. Al regreso a Medellín, un contingente los recluto llevándolos presos hacia el Cauca donde murieron. Estos hermanos mineros, ni siguiera tuvieron oportunidad de contarle a nadie de confianza donde habían ocultado su tesoro. Este todavía debe estar oculto en las Lomas de El Poblado.

Cuenta el señor Joaquín Velásquez:

En el guamal había una curva muy cerrada donde es hoy la Avenida de El Poblado con la calle 17, existía una roca azul que obstaculizaba la vía, la llamaban la Piedra Galana, en este lugar se sentía vaciar algo metálico.

Según cometarios de doña Isabel Lotero:

- En Rancho largo, en la pequeña cañada que existió donde hoy es la calle 14 con la carrera 43 B entre norte y sur, de dos casas antiguas o coloniales de tapia, vieron a dos hombres de ruanas largas con sombreros grandes que se internaban hacia el oriente; algunos vecinos pensando que eran ladrones los seguían, pero habían desaparecido. (La misma versión se le escuchó a una hija de los repatriados).

- De conocimiento general: en las excavaciones en los alrededores del barrio Castropol y Lalinde las máquinas niveladoras del terreno descubrieron unas tinajas y según dijeron los que las descubrieron estos utensilios eran para guardar chicha (sin mayor mérito).

- Ya arriba de el parque de El Poblado, en la calle 10, arriba de la Cachucha, vía a la Concha costado sur, existió un organal o cueva, cuentan algunos curioso, que era muy larga y profunda, sólo se internaba la gente hasta cierto punto porque en el interior había murciélagos.

- Los habitantes de la Loma de Parra cuentan que en la quebrada La Escopetería, arriba de el Chambún donde hay es la calle 1° con carrera 29, sentían el tropel de un caballo pero éste no pasaba al otro lado o se perdía entrando a Campo Amalia.

- Al preguntarle por espantos al señor Eduardo Londoño y a sus vecinos dijeron: en la puerta de lata que existía donde es hoy vía al Tesoro con la Transversal Superior aparecía un bulto sentado en la puerta, volvían a mirar, y ya había desaparecido.

- Un chofer de El Poblado comento: a las dos de la mañana hice una carrera y al regreso, de esa portada salió como un cura, se me atravesó, y tuve que frenar en seco, al volver a prender el carro, no había nadie…

- Contaban Eduardo Ramírez, Lisandro Ossa y los Arango que en la calle donde empalma la subida al Barcino, una cuadra antes de las primeras casitas, se veía una luz azulosa como de un farol, que bajaba de la cordillera por sobre montes y cañadas y se perdía en ese lugar.

- De conocimiento por habladuría general: en el Tesoro entre la terminal de los Balsos y la Quebrada La Aguacatala, en la finca La Peña en un vallado se habían sacado una guaca, otros que un pequeño muñeco de oro.

- Al preguntarle al señor José Torres hombre aficionado a buscar entierros, así como lo fueron: su padre Lázaro, sus tíos Primo, Alejo y Manuel Torres, cuenta que en la cordillera, en el lugar conocido como ALTO DE Puentes, donde antes de coronar la montaña hay una pequeña planicie, al sur, contra un camino antiguo muy pendiente y bien empedrado con piedras muy grandes, existe un tesoro indígena.

RECORDANDO EL DICHO: “QUE EL BULTO SABE A QUIEN LE SALE” Un día contó José Torres que en la noche había visto arder en Puentes, sus amigos Juan Gonzalo, Luis Fernando y Martín “le pararon la caña” ¡subamos a ver quien hizo la fogata! En efecto, recorrieron gran parte del sector buscando quemas o fogones, pero nada encontraron.

Subieron hasta donde se aprecia desde El Poblado el Morro de Cristo Viejo, o sea la cúspide. Ya con el deseo de colocar una cruz o señal hasta donde habían subido. Se gastaron la mayor parte del día en localizar la protuberancia mas alta, pero no la encontraron, entre la enmarañada vegetación todo era mas o menos terreno parejo, posiblemente se buscaba la prominencia unas cuadras mas arriba del montículo que se divisa desde El Poblado. Colocaron varias cruces en puntos que pensaron estratégicos, después, desde El Poblado, ni con binoculares los localizaron.

La razón que dio José Torres el buscador de entierros fue: “Esto es un tesoro encantado…” Nosotros no somos los primeros en que nos hemos envolatado, a mi padre una vez… y a mis tíos les pasó igual caso…

Ese morro alto que se vé desde El Poblado se hace invisible para los que lo buscan en Cristo Viejo

CONCLUSIÓN

Gratos recuerdos nos quedaron con esta correría por Puentes, Cristo Viejo y los montes de Moná…

Bajo la protuberante vegetación de árboles corpulentos de cedros, pinos y yarumos, con su intricados carrizales o chilcos, bejucos y helechos “Sitio Robledales”.

En un pequeño despoblado alrededor de grandes piedras entapetadas de musgo fresco y oloroso de un verdor multicolor tan muelle como una almohada que cubría completamente las piedras, parecía ovejas echadas o grandes cojines, donde se hundían las manos como en un colchón de plumas.

Descansamos, admirando las obras hermosas del Creador! Meditando, uno dijo:

“Es el lugar mas hermosos que he visto en la vida, si este recuerdo se nos quedara eternamente grabado”.

José Torres agregó:

Después de tanto caminar por el rastrojo y tunas, encontrar este pequeño lugar, es como un milagro, se parece a la Transfiguración de la Historia Sagrada… Ojala que nunca olvidemos esto.

El tercero comentó: cuanto tiempo conservará El Poblado esta maravilla? Libre de quemas y manos destructoras?.

Ojala resulte quien le cuente a nuestros nietos que en este año de 1982 estos montes se conservan frescos y verdes.

Y como un decir adiós y sin querer, nos echábamos a rodar sobre el fresco musgo como para que se nos impregnara el espíritu y el cuerpo de aquella gracia especial según la religión hindú.


- Los conseguidores de dinero fácil no tienen como ocultar sus enormes fortunas, lo único seguro va a ser bajo tierra.

- Volverá la idea de los entierros en las Lomas de El Escobero y el Poblado? “Estos si van a ser el verdadero dorado de los entierros antioqueños?.

- Posdata: cuando inventen un detector solo para metales preciosos y se exploren las lomas del El tesoro, se constatara el por qué de ese nombre hermoso y hechizante!

- Cuenta Martin de 68 años que: cuando tenia mas o menos 10 años en Loreto, cada vez que sonaban las campanas de la iglesia, los perros del barrio se echaban patas arriba y se ponían aullar. Estando muy pequeño jugaba en compañía de otros niños, entre ellos el Mono Ortiz, Miguel Cardona, Jorge y Pedro Luis González, como a una cuadra mas o menos de la iglesia para arriba y en mitad de la calle, se había formado un hueco posiblemente por aguas perdidas; de curiosos nos metíamos al fondo, cuando nos encontramos una cruz del tamaño de la palma de la mano hasta el codo, muy pesada, amarilla y sucia. Al limpiarla, en lugar de estar Nuestro Señor Crucificado, vimos con miedo que la imagen era como de una mujer desnuda y la cara del diablo con cachos; tratamos de apachurrar los pechos y la cabeza con una piedra, pero era muy duro.

Inmediatamente la volvimos a tirar al fondo del hueco y le tirábamos piedra y barro para taparla.

Tal vez una mamá que supo del caso exclamo echándose la bendición: eso es un amuleto de hechizo de ateos, que tenían las brujas en tiempos de la colonia, que volaban de Loreto al Alto de Cruces, lo que es hoy La Asomadera. Cada vez que pasábamos por ese lugar, corríamos y nos echábamos la bendición.

Agrega Martín; nunca mas volvió a saber de este hecho porque lo llevaron a vivir a otro barrio muy distante.


LA CASA COLONIAL

Entre Colina y Valle Pinar del Rio,

está la fonda del ruiseñor,

la vieja casa con señorío

y barandales el corredor.

Esta morada sobre la tarde

rancho olvidado por colonial,

guarda el tesoro santo y precioso

de mi familia de mi heredad.

Se siente susurrar el viento

en el ramaje donde posa un ave

ambiente de paz sublime aliento

que solo en las obras del eterno cabe.

Con el recuerdo de los años mozos

de una juventud apaciguada,

en su campo de cálido reposo

al cuidado de la prenda amada.

Si acaso al pasar, con la mirada

descubres el amplio corredor,

dile al mundo, es propiedad privada

donde se oficia el culto del amor

Carrera 43 B No, 15 - 12


LOMA DE EL TESORO EN EL TIEMPO DE ESTA CRÓNICA VIVIÓ SUS ENCANTOS JUVENILES. UNA MAESTRA INOLVIDABLE ISABEL MAYA

Una escuelita alegre situada en un altico llena de jardines, en la Loma de Los Balsos contiguo a Casteloblanco, dirigida por una joven maestra alegre y juguetona como sus alumnas.

Allí recibieron sus primeras nociones las hijas de Antonio Montoya, las de Jacinto, hijas de Juan Arango, las de Isabel Madrid, las Restrepo, las del grupo superior fue un verdadero jardín de hermosas muchachas comenzado a sentir el amor… al asomarse su juventud a la vida. Las hijas de Jesús Arango: Josefina, Martha y libia.

Isabel, teresita, Blanca, las de la casa al borde de la carretera: las de la finca La palmera, Amparo, Ángela, Elena. Las hijas de Isabel Madrid: Graciela, Clara, Celina.

Hijas de Juan Arango: Elvira, Ana Luisa, Enriqueta.

También estaban las Ruiz Londoño, y en el grupo siguiente las Torres, Pérez, Mesa.

La familia de Sérbulo atraída por el encanto de estas lomas o por el atractivo familiar y económico, ya en el año del 40 al 45:

Antonio vivía en la finca de La Palmira, allí crecieron sus hijos Jaime, el niño soñador pensando en volar pasada las tardes mirando los aviones y en las noches estrelladas mirando al cielo para descubrir algún signo, ya un poco mayor tratando de sintonizar ondas de radio por medio de antenas, imanes y piedras galenas y bien que lo consiguió, fue en un tiempo donde no se conocían las radios de pilas ni baterías y éste tenia su radio en una casa donde la energía aun no había ni esperanzas de instalar.

Abajo en la curva de la carretera la familia de Jacinto conformada por Isabelita, Teresita y Blanca, y otros cinco más pequeños. Familia más dedicada a montar a caballo, especialmente Bernardo, Oscar y Aníbal.

Es curioso ver como se buscaba la familia por este sector de El Tesoro; Francisco casado con una descendiente de pobladeña y siendo trabajador de la fábrica Dominó o Noel por los lados de Ayacucho con Tenerife, un buen día se vino a vivir a esta loma cerca a la casa del Dr. Robledo, Loma de Parra.

Ya sus hijos Germán, Mario y Nora estaban de escuela.

Un tiempo más tarde apareció Jesús venido del suroeste que desde mucho antes tenia que ver con el Poblado y que estaba casado con pobladeña “Adelaida Gaviria Uribe”.

Con sus hijos Lolita, Santiago y Juan José, los que vivieron en una casa que había en la portada del Ellenville llamada Marianella o Loyola.

Hasta Inés, a pesar de estar casada con un trotamundos de aquellas que no se encuentran estabilidad en ninguna parte, compró y construyó donde es hoy la Acción Comunal de Garabato.

Así como fue llegando toda una familia a esta loma también se fue dispersando, buscando nuevas frentes de trabajo en la ciudad:

Antonio y julia, esta familia fue la primera en trasladarse a otro barrio de la ciudad, estos hijos ya mayores y con familia, Amparo muy dedicada a movimientos culturales y sociales; Elena, casada con un gran músico “Guillermo Castrillón virtuosos de la lira, con sus hijos profesionales y uno artista gracias a que sus padres les infundieron el amor y sensibilidad musical.

Cecilia, enfermera y sutil poetisa que con sus trabajos filosóficos guarda para una oportunidad la impresión de su obra. Jaime, el del radio de galena, es hoy un jubilado de Coltabaco, quien dedica sus ratos de ocio a su temperamento de Historiador al estilo moderno, que en lugar de escribir lo hace por el sistema de grabación magnetofónica de las que como invaluables recopilaciones tiene la voz de un abuelo, un hijo, un nieto, y un tataranieto, como quien dice la genealogía de toda su familia.

Dentro de sus interesantes grabaciones tiene el privilegio de contar que allá tras de los mares, nada menos que en la China, ha llegado su trabajo gracias al poliglota Padre Bernardo Acevedo, con quien tiene vínculos de amistad y familia quien ha sabido valorara su trabajo de historiador sobre magnetofónica familiar.

Martin al conseguir empleo en una importante compañía, cambio su casita en la Loma a otra mas central en la avenida a Envigado y calle 1°, formando su hogar con Sofía Molina, nunca más se volvió a preocupar por volver a subir a esa loma, tal vez de paseo y eso en carro.

Ya, pasados treinta años y con seis hijos ya mayores un día de estos llenos de curiosidad le dicen: papá donde fue tu infancia?, donde nació mi mamá? Estas preguntas fueron suficientes para organizar una caminata por estas lomas de El tesoro. Con papel, lápiz y un poco de recuerdos, así empezó la caminata y el dialogo:

Sofía Molina su mamá es muy pobladeña, ya que su mamá Rosa María Margarita Restrepo Mesa y su padre Marco Antonio Molina Restrepo, sus familias por tradición son pobladeñas, éstos, sus abuelos disfrutaron toda una generación de El Poblado, tuvieron su finca donde es hoy las Instalaciones de ISA, en el costado nororiental desde la quebrada la Volcana hasta la carretera del Tesoro. Allí nacieron sus hijos; Marco Antonio Francisco, Ana María, Evaristo, Isabel, Miguel, Ignacio, Amalia y Socia. Y al frente de esta familia vivió su tío Francisco Restrepo esposo de Isabel Madrid “Altos de la Campiña”.

En la Loma de los Balsos vivió su tía Teresa de Jesús Amalia casada con Juan Arango.

El Poblado a pesar de ser la primera fundación de Medellín apenas se vino a poblar después de 1970 especialmente sus lomas.

Con el fin de recordar esta loma y ver su transformación y la de sus gentes, en esta caminata apreciamos todo lo que había cambiado en tal forma que para mí, todo fue extraño en el trascurso de 20 años.

Nos encontramos en el camino con una persona que se hizo reconocer y tratando de recordar los tiempos de juventud, y por el modo de mencionar las personas por su apodo se comprobó que era de El garabato y pariente de los Galeano

Nos dijo: usted fue el que cambio su casita del alto por una en la calle 1° con la avenida a Envigado, donde esta el Banco Ganadero, donde fue la casa de teresa Gancho.

Ese altico que fue suyo es hoy de los Ocho, allá viven Natilla, Pacho Negro y el Peludo, la hija del viejo Lino.

Y en la finca que fue de Don francisco Molina su cuñado levantaron cinco mansiones. Hoy Altos de la Campiña.

Y agrega: yo estudie en la escuela de La Aguacatala con las Molina, Las Arango, las Restrepo y con Carmen Rosa la hermana de Taquiao, la que se caso con Ángel que tienen 18 hijos; vive en la casa que fue de José Negra la que recogía pomas y naranjas para vender en la plaza.

Ven esos edificios que construyeron en la casa que fue de Isabelita Londoño y hasta iglesia donde tenían el jardín de hortensias.

Nos despedimos de aquella vecina de otros tiempos, continuando la caminada hasta el cruce de la Transversal Superior con la calle al Tesoro, Finca Lucilandia. Aun se conserva igual la casa de el belga Juan Francisco Verswyvel casado con Merceditas Fernández, las personas de mas grato recuerdo, ya que por ellos se dejó para siempre las labores del campo, ya que esta familia se llevo a Martin de empelado a la Casa Belga, y éste a la vez les trabajo durante más de treinta años.

El señor Verswyvel falleció en un accidente de aviación, dejo una hija Lucy y más tarde Merceditas caso con Don Raúl Hernández otra gran persona, que sea el momento de un Réquiem Paz por personas tan bondadosas.

Desde la portada de Coconuco y la curva de Ellenville, unos divisaban silenciosos, otros imaginando como en un sueño de hadas el cambio panorámico de un sector en sólo 20 años…

La nueva generación ya transitando por las amplias avenidas mirando aquí y allá, unidades residenciales con servicio de T.V. cerrada y amplio parqueaderos.

Donde olvidado y solo, muy solo, quedó allá detrás de los años y el recuerdo, la Historia de Mi Barrio!.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, es posible conseguir el libro?

Elena Henao Fernandez dijo...

Me gustaría contactarme con alguno de los Montoya Benjumea o Montoya Henao. Mi padre era nieto de de María Josefa y Serbulo